Llueve el mundo, tras sus cadenas de silencio, faltos de coraje explícitos, delante de sus espejos se piensan, llenando sus agendas de gente y quehaceres, y tras la esperanza rota de sus retóricas nada convincentes, muere esa historia, vacilante y sin aliento, por su latente relevancia ahogada contra una almohada, aquí, allí, en la mente y en los despachos; muere, mientras un par de transeúntes lo contemplan suspirando, espectadores de su propia historia, de canciones muertas que pasan de una mano a otra, porque no quisieron mantener el ritmo, y cambiaron su paso, y dando otro salto ínfimo, contrario al primero, y sin querer cambiar nada, simplemente, se dejaron ir.
No sé poner puntos, pido disculpas por tantas convicciones absurdas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario