Sí, ¿Cuántos esclavos
tienes?
Antiguamente,
tener esclavos te daba cierto rango y honor. Cuántos más tuvieras mejor era tu
posición social y tu respeto. No importaban las vidas, ni las voluntades, ni
los sueños, ni lo cuerpos. Perdían las tierras, sus familias, la misma dignidad,
arrancada de sus almas por un coste cualquiera; a veces más, o a veces menos,
pero fuera cual fuera, para la sociedad de
entonces, ellos, no valían ni pocas monedas. Solo servían para lo que servían.


Cuando se habla
de esclavitud en tiempos pasados, automáticamente pensamos en negros. Sí, la
raza negra fue la más acusada en toda la historia de la humanidad. Muchos hombres lucharon por la abolición de
la esclavitud, y algunos se dejaron la vida por declararlos libres de forma
audible. Es absurdo tratar de extender más este tema, porque la esclavitud ha
sido estudiado y sabido desde la mismísima escuela, plazas de pueblos y
lavanderías. Nadie con posibilidades o sin recursos ignora aquella realidad
cruel y sangrienta que sometió y degradó, hasta quedar sin fuerzas o morir, a
miles y miles de seres humanos.
“-Pobrecitos
negros”- decimos, como ya estando por encima de las circunstancias y a modo de
agua pasada… y creo que ignoramos cuán profundo y arraigado está en el corazón
del hombre el tomarse libertades y adueñarse de la vida de otros, aun hoy en
día. Esto no se ha acabado, señores, el mundo jamás fue tan esclavo como lo es
en estos, nuestros días. Hoy, el concepto y práctica de esclavitud se ha
perfeccionado tanto como ha avanzado la vida, las tecnologías y la
globalización se ha colado por cada rincón del planeta.
Ya no hablamos de
esclavitud como la conocíamos antes.
Podemos hablar de esclavitud sexual, laboral, infantil, en un sinfín de variedades. Pero déjame ir más allá, sólo un poco más. Déjame mencionar una pequeña y sutil esclavitud que ejecutamos o que sufrimos, depende del lado en qué te encuentres, y de la ocasión. Hemos perdido el respeto y la educación. Cada generación se perfecciona más en depravarse, de modo que ya no sabemos qué hacer con nuestros hijos, padres, alumnos, compañeros, vecinos, y puedes añadir lo que quieras.
Podemos hablar de esclavitud sexual, laboral, infantil, en un sinfín de variedades. Pero déjame ir más allá, sólo un poco más. Déjame mencionar una pequeña y sutil esclavitud que ejecutamos o que sufrimos, depende del lado en qué te encuentres, y de la ocasión. Hemos perdido el respeto y la educación. Cada generación se perfecciona más en depravarse, de modo que ya no sabemos qué hacer con nuestros hijos, padres, alumnos, compañeros, vecinos, y puedes añadir lo que quieras.
Se paga por sexo,
y uno ya se siente dueño del cuerpo de otro, para beneficio propio. Se explota
trabajando a personas adultas y niños, y se les roba el tiempo, las fuerzas, y
su dinero. No hemos comprado a nadie,
pero nuestra boca es como látigo que castiga sin piedad a quien está a nuestro
lado. No hemos recibido el derecho de opinión, pero hemos arrasado con
disertaciones amistosas, porque simplemente tenemos autoridad y en la mayoría
de casos, labia.
Nos hemos adueñado de la mente de otros, usando nuestra influencia para nuestro bienestar. Nuestras conciencias parecen limpias porque no hay espaldas rajadas, donde emana sangre, pero el alma de muchos yace moribunda en el suelo de oficinas, casas, escuelas, parques, iglesias, organizaciones, coros, ordenadores, y demás foros y medios.

Nos hemos adueñado de la mente de otros, usando nuestra influencia para nuestro bienestar. Nuestras conciencias parecen limpias porque no hay espaldas rajadas, donde emana sangre, pero el alma de muchos yace moribunda en el suelo de oficinas, casas, escuelas, parques, iglesias, organizaciones, coros, ordenadores, y demás foros y medios.

No somos capaces
de analizar nuestras maneras y palabras, nuestra posición y formas, nuestra
influencia, nuestras conversaciones, nuestras miradas, nuestros derechos y
libertades, nuestras “cosas claras”, en conclusión, nuestras vidas.
Y somos esclavos
unos de otros, del sistema, de la rueda, de la presión de grupo, de prejuicios,
de suposiciones, de la sociedad, de palabras hirientes, de violencia, de los
medios, de la pobreza y del miedo. Esclavos de vicios, de religiosidad, del
marketing, del famoseo, del oportunismo, de las ganancias, del pasado duro, del
presente bloqueado, y del futuro ausente. Y si alguno se librara de algo, como
el gran Libro dice: esclavos del pecado.
Que es el origen de nuestra desdichada fabrica tan productiva. Hoy, sólo lanzo
un suspiro a favor de la humanidad: Un modelo equivocado, produce resultados
desastrosos. Necesitamos mirar a Aquel nos hace libres: nuestra Libertad por
excelencia.
Ahora bien, sé
que pasaste mi pregunta por alto, pero déjame que te vuelva a preguntar:
¿Cuántos esclavos tienes?
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