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martes, 4 de noviembre de 2014

¿Y llevar flores a tu tumba?

Todos los 1 de Noviembre vuelvo a encontrarme con la misma rutina y tradición. La gente visita las tumbas, las limpian, las ponen flores, y alli, en silencio, lloran a sus muertos y sus tumbas vacías. Lloran, sin saberlo, la fatalidad de una eternidad resuelta, sin reparar en las suyas propias. Qué imagen más angustiosa...



No hay nada que ver, nadie a quién visitar, ni nadie con quién hablar. Pero parece aliviar el poner flores delante de piedras frías y huecos secos, nadie escucha el llanto al otro lado de la lápida de los seres queridos que madrugaron para decirles un triste "te echo de menos"....

Y entre tanta flor de plástico, y algunas que de veras traen algún aroma agradable, se mezcla la insatisfacción de lo desconocido, la inconformidad de lo establecido, la angustia de las cosas pasadas y la nostalgia que parece pesar en el alma como todos los nichos juntos...
No hay esperanza, ni sentido, no hay nada que justifique tanto vacío tras un sepelio, y ese silencio que dura hasta que el tiempo se apaga y te llega el turno... Pega duro, duele fuerte.



Poner flores en tu tumba no soluciona lo pasado, no mejora tu presente, ni resuelve tu eternidad... Y sigue habiendo prisa... Urgencia que mata la vida, camino de la muerte. 

Jesús, ese mismo hombre que fue resucitado al tercer día, sigue levantando muertos y trayéndolos a la vida. Jesús, ese Dios hecho hombre, que por la autoridad de Su nombre y por medio de Su sangre resolvió un sin fin de incógnitas en nuestra vida, dándolas un sentido de pertenencia y de eternidad.  Aquellos que van a la luz, pueden ver con sus ojos esperanza aun más allá de la muerte... Porque Él mismo es la luz... "Él es el camino, la Verdad y la Vida, y nadie va al Padre si no es por él." (Juan 14:6)

Jesús, ese hombre que se acercaba a los muertos solo para resucitarlos. No los lloraba, (aunque ante Lázaro lloró), no adornaba sus tumbas, ni lloraba sus desdichas... Ponía en pie a los muertos, y sentaba bocabiertos a los vivos. Qué gran misterio, qué poder esperanzador le envolvía y cuánto propósito había en cada una de sus acciones...  "Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?" (Juan 11:25-26)

Algunos resucitaran a una eternidad cada vez más cercana... Éstos durmieron poseyendo una verdad inconmovible: son esos que tienen sus tumbas hoy descuidadas, porque prefirieron reparar en gastos en la tierra, invirtiendo las coronas en el cielo, y ponerlas a Sus pies... Aquellos que murieron con esperanza de vivir una vida con Cristo, y también morir en Cristo, lo cual era mucho mejor. Y lo fue.

Llevar flores a tu tumba es... Aferrar a los muertos a un suelo terrenal, y hacer del duelo algo eterno, cuando en realidad, los muertos siguen viviendo una eternidad y el duelo es temporal y breve... Mundo paradójico que vive al revés.
Los muertos siguen viviendo, para vida o para muerte. Párate a pensar cuán aterradora es esta verdad. 

No me hacen falta flores en mi tumba. ¡Olvídense de esto! Tan sólo escriban en la fría piedra:

"Eunice Vidal, ausente en este lugar, 
presente ya en una larga eternidad con Cristo, 
a quién amó profundamente en vida."


Las flores serán para mí en vida, y las coronas para la eternidad; tengo el lugar perfecto donde las quiero poner.... a Sus pies.



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