"Abrí
yo a mi Amado; pero mi amado se había ido, había ya pasado; Y tras su hablar
salió mi alma. Lo busqué, y no lo hallé; Lo llamé, y no me respondió".
(Cantares 5:6)
“Conocí a una viejecita que vivía en medio de un
bosque es una pequeña granja. Su abuelo le contaba que los árboles que rodeaban
la casa habían sido plantados por sus tatarabuelos... Ella recordaba que cuando
era muy niña trepaba a los árboles y contemplaba las nubes en medio del susurro
del viento moviendo las hojas; y allí, creía estar más cerca del cielo,
mientras sentía el calor del sol.
Los años habían pasado y la viejecita tan solo podía ver pasar el sol al
atardecer por el porche de su casa. Las ramas de los árboles impedían el sol de
lleno, así que, perseguía al sol y corría su mecedora por lo largo del porche y
de nuevo se sentaba.
Al rato, el sol se había trasladado unos centímetros, así que, volvía ha hacer
la misma operación, una y otra vez, para no quedar de nuevo a la sombra. Y allí,
al sol, sentada sonreía mientras la templaba el sol.
Pero el sueño la vencía y acababa quedándose dormida. La mecedora volvió a
quedarse a la sombra, y no la despertó el susurro del viento, ni los pajarillos
con sus cantos, la despertó el frío que sentía porque el sol se había alejado
de ella.
Se levantó de nuevo y cuando se dispuso a correr su silla, se dio cuenta de que
había pasado demasiado tiempo y el sol ya se había ocultado.
...¡Tanto tiempo dormida le había hecho enfriarse y perder el rastro del sol! “
...Cuántas veces estando cerca del Señor me he entretenido por alguna razón en
otras cosas que cuando he reaccionado me noté ya fría y lejos de Él.... Seguro
que te ha pasado un montón de veces, porque no siempre estamos atentos a la voz
de Dios.
Yo le he pedido a Dios que me ayudara a entender cuál es Su voluntad para mi
vida y en qué dirección tenía que seguir y muchas veces esperando Su respuesta,
cansada y desanimada, me “eché a dormir” y no me di cuenta de que Dios,
respondiéndome, había levantado el campamento y no pude oír eso de: -”Sígueme.”
Ella, solía quedarse dormida casi todos los días, yéndose triste y pensando que
si hubiera permanecido despierta, no se hubiera perdido el atardecer, ni los
colores tan bonitos del cielo, tampoco el calor del sol, ni la sensación de
sentirse cerca de él...
¿Te vas a dormir con la sensación de haberte perdido las cosas increíbles que
Dios tenia para ti en ese día, pensando que podías haber estado más cerca de
él, y que SIEMPRE TE PASA LO MISMO?
No quiero dormirme en la presencia de Dios, quiero prestar atención y correr
detrás de Él, con mi mecedora, para no perder el calor de Su Rostro, ni Sus
atardeceres, ni los colores del cielo. No me iré a dormir siempre triste, sino
admirada de todo lo que Dios me ha mostrado, y de lo que he podido disfrutar en
ese día de Su Presencia.
Hoy, digo: -“Señor: ¡¡¡ Quiero sentir tu calor!!!!”..
(E. Vidal)
Publicado 19th
October 2007 por Eni
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