El Señor nos amonesta a no preocuparnos ni estar ansiosos. Recuerda que de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34). El enemigo sabe que si consigue meternos en la cabeza suficientes cosas erradas, al final terminarán por salir por nuestra boca. Nuestras palabras son muy importantes porque confirman nuestra fe... o en algunos casos, nuestra falta de fe.
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