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miércoles, 24 de septiembre de 2014

Nosotros los jugadores, Dios el técnico.

Cuando pienso en la obediencia, enseguida me viene a la mente la imagen de un técnico de fútbol cuando en medio de un partido consigue pensar en una táctica para resolver problemas, para frenar los ataques del adversario, en fin, para lograr la meta más grande, que es ganar.
Su visión es amplia, el técnico consigue verlo todo, consigue parar y pensar y sus decisiones son las de una persona que ve más allá. Los deportistas, debido a las cosas que suceden dentro de un partido de fútbol, como la rivalidad o la emoción del partido, hacen que el deportista no vea más allá a parte del “momento” y en muchas ocasiones no esté de acuerdo con las decisiones del técnico.
Un deportista que obedece las órdenes de su técnico aún cuando no las comprende durante un partido, contribuirá para que el objetivo, que es la victoria, sea alcanzado.
Así somos nosotros con Dios, somos los deportistas y Dios el técnico. Él trabaja por nosotros, por un objetivo mucho mayor del que tenemos o mayor del que podemos imaginar. Sus decisiones son tomadas para darnos lo mejor, Su visión es amplia y no limitada como la nuestra. Él consigue ver mucho más allá. Mientras nosotros apenas podemos ver el campo, los adversarios, Él mira mucho más allá. Los pensamientos de Dios son mucho mayores que los nuestros. La obediencia nos libra del mal y demuestra confianza en Dios. Nuestro Padre Celestial es el mejor técnico que podamos tener.
“Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”  (Isaías 55:9)

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