Todo cristiano está inscrito en la escuela de Dios.
Él no nos salva para luego dejarnos solos. No perdona nuestros pecados sólo para luego despedirse de nosotros diciendo: "Te veré en el cielo." Antes bien, empieza a trabajar en nosotros para llevarnos a la madurez y al crecimiento, para despegarnos del mundo y de nosotros mismos, para que dependamos más plenamente en Él y en su gracia.
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