Ayer, en mi
lectura diaria leía en Números 3, y en el versículo 13 decía:
"Porque
mío es todo primogénito; desde el día en que yo hice morir a todos los
primogénitos en la tierra de Egipto, santifiqué para mí a todos los
primogénitos en Israel, así de hombres como de animales; míos serán. Yo
Jehová."
Me detuve a pensar... Pensaba en mi propio hijo, y en que aparté a
este bebé para servir a Dios, voluntariamente... pero que le pertenecía ya de
por sí.
Los primogénitos de Israel eran Suyos, porque el Cordero de
Dios se había inmolado por ellos en Egipto. Ya no eran dueños de sí mismos;
costaron un precio.
Nosotros somos la "iglesia de los primogénitos" porque
Cristo, como primogénito del Padre, nuestro Cordero pascual, murió por cada uno
de nosotros.
¿Puedo escuchar esto y quedarme tan ancha?...No sólo los
primogénitos son santificados, yo soy santificada.
¿Puedo entender que no me pertenezco a mí misma, que sé que
fue pagado por mí un precio incalculable y no con cualquier cosa, como oro o
plata, sino con sangre de Cristo y vivir como si le estuviera haciendo un favor
al Altísimo? ¿Puede eso cambiar la perspectiva de mi forma de ver la vida, de
mi estilo de vida, de mi forma de pensar, de caminar, de amar a otros....
puede?
PUEDE, porque si no entiendo lo que pasó en Egipto, y lo que pasó
en aquella cruz, con todo el peso de su valor y significado, entonces viviré
aferrada a mí misma, a lo que poseo y a lo que me rodea, como si todo fuese
mío.
Hoy, 5 de Marzo de 2014, hago una declaración pública, delante de
mis lectores selectos cercanos y todo aquel que se mete por curioso, pero que
es ajeno a mí:
PERTENEZCO A CRISTO, SOY SUYA Y VIVIRÉ PARA ÉL Y POR ÉL, MIENTRAS
HAYA Y TENGA VIDA.
O-----O-----O
"Por lo tanto,
como cristianos no somos nuestros dueños, ni tampoco pertenecemos a otras
personas, ni siquiera a nuestros seres queridos... Nuestros talentos no nos
pertenecen para hacer con ellos lo que nos plazca, ni lo que les plazca a otras
personas. Nuestro tiempo no nos pertenece para usarlo a nuestro antojo, ni para
usarlo según los deseos de otros. Todo es Suyo. Nuestra mente, nuestra
inteligencia, son Suyas. Nuestros talentos son Suyos. Nuestras pertenencias son
Suyas. Nuestros hijos son Suyos. Todo lo que somos, todo lo que tenemos, todo
lo que sea de gran estima para nosotros, es de Él y sólo de Él. Somos Su pueblo
comprado con sangre; la iglesia de Cristo es un conjunto comprado con
sangre." (G. Christian Weiss)
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