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miércoles, 23 de marzo de 2011

Salmo 139

  Dios mío,
  tú me conoces muy bien;¡sabes todo acerca de mí!
  Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto;
  ¡aunque esté lejos de ti, me lees los pensamientos!
 Sabes lo que hago y lo que no hago;
 ¡no hay nada que no sepas!
 Todavía no he dicho nada, y tú ya sabes qué diré.
 Me tienes rodeado por completo; ¡estoy bajo tu control!
 ¡Yo no alcanzo a comprender tu admirable conocimiento! ¡Queda fuera de mi alcance!
 ¡Jamás podría yo alejarme de tu espíritu, o pretender huir de ti!
Si pudiera yo subir al cielo, allí te encontraría;
 si bajara a lo profundo de la tierra, también allí te encontraría. Si volara yo hacia el este, tu mano derecha me guiaría; si me quedara a vivir en el oeste, también allí me darías tu ayuda.
 Si yo quisiera que fuera ya de noche para esconderme en la oscuridad, ¡de nada serviría!
 ¡Para ti no hay diferencia entre la oscuridad y la luz! ¡Para ti, hasta la noche brilla como la luz del sol!
 Dios mío, tú fuiste quien me formó en el vientre de mi madre. Tú fuiste quien formó cada parte de mi cuerpo.
 Soy una creación maravillosa, y por eso te doy gracias. Todo lo que haces es maravilloso,
  ¡de eso estoy bien seguro!
 Tú viste cuando mi cuerpo fue cobrando forma en las profundidades de la tierra; ¡aún no había vivido un solo día, cuando tú ya habías decidido cuánto tiempo viviría! ¡Lo habías anotado en tu libro!
 Dios mío, ¡qué difícil me resulta entender tus pensamientos! ¡Pero más difícil todavía me sería tratar de contarlos! ¡Serían más que la arena del mar!

¡Y aun si pudiera contarlos, me dormiría, y al despertar, todavía estarías conmigo!

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